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Nota de Tiempo Argentino, 21 de Mayo de 2016
SÁBADO, 21 DE MAYO DE 2016
POR MALVA MARANI @MALVAMARANI
Los bruscos aumentos en las tarifas de servicios y en los
precios de la canasta básica, sumados a los despidos y a salarios
carcomidos por la inflación dan como resultado un combo explosivo para
la economía doméstica. Fórmulas como la compra mayorista entre
familiares o amigos, el pensar dos veces antes de ir al cine o la
caminata al trabajo que permite ahorrar unos pesos por día, ya no
parecen ser suficientes para muchos. Y es en este contexto en el que
reaparece, por ahora de modo germinal, un fenómeno que fue tabla de
salvación para muchos en los años más duros de la crisis de 2001 y que
desde hace unas semanas se viene organizando activamente en diversos
rincones del país: el trueque.
Ezequiel Acevedo tiene 26 años y
todavía recuerda los días en que, sin comprender del todo bien lo que
significaba el corralito, acompañaba a su tía a los clubes del trueque
de aquellos años. Quizás aquella experiencia fue la que ahora lo impulsó
a confiar en esta herramienta como salida para una coyuntura económica
que hoy se le vuelve cuesta arriba. "Volver al trueque me hizo acordar a
lo que vivimos en el 2001, la plata no alcanzaba e íbamos siempre a los
clubes, todavía me acuerdo de los créditos que nos servían para comprar
comida y ropa. Es muy triste tener que volver a eso, más allá de que me
sirve a mí y también puedo ayudar a otros, no es una buena noticia",
confiesa.
Quince años más tarde, con redes sociales y apps, la puesta
en marcha de este mecanismo colectivo de resistencia fue más
expeditiva. Ezequiel se mensajeó con su amiga Karina proponiéndole la
idea, después hablaron con los vecinos del barrio El Molino, en
Hurlingham, y a los pocos días ya estaban armando las mesas en la puerta
de su casa. "Hoy en día no se puede comprar nada, todo está carísimo.
Yo tengo un kiosco y no viene ni el loro a comprarme: a la gente no le
alcanza la plata y tiene que ir al mayorista", explica sus razones a
Tiempo, "así que esta es una alternativa. En el barrio sólo se habla del
trueque, de que volvió por la situación que vivimos y de que muchos no
tienen trabajo y ven cómo los precios siguen subiendo". Comenzaron el
primer sábado de mayo y el domingo ya participaba de la feria un
centenar de personas (incluyendo a los curiosos y a los que pagaron 15
pesos para tener su mesa-stand en la vereda), así que piensan continuar
con la actividad todos los sábados.
Una situación similar fue la que
llevó a Leonardo Climisi a organizar, desde abril, jornadas de trueque
en la ciudad bonaerense de Chacabuco: por la crisis, su taller mecánico
dejó de recibir motos para arreglar, y lo ofreció como sede de un
modesto club de trueque para que los vecinos acerquen productos y
mercaderías a las que pueden renunciar para cambiarlas por otras que
necesitan, evitando así los vaivenes del actual proceso inflacionario.
Más
allá de Buenos Aires, el trueque ha encontrado lugares donde recrearse
en otras partes del país. Desde Villa Carlos Paz, la iniciativa de Judas
Ramos fue la primera que en una escala considerable recurrió al trueque
para remontar el crudo primer semestre de 2016. Se trata de una idea
nacida colectivamente a partir del interés de los vecinos, que
encontraron en el Centro Vecinal Barrial Miguel Muñoz “B” el lugar donde
organizar las jornadas de trueque, nacidas como eco de la complicada
situación económica que dejó el austero paso del turismo estival por la
villa cordobesa. Como contrapartida de ese difícil panorama, describen a
los encuentros como todo un éxito: el "Trueque de la Villa" ya tiene
cuenta en Facebook, funciona desde hace más de un mes con repercusión
creciente y apunta a juntar "troqueros" todos los sábados. Los 140
puestos disponibles se completan cada jornada y alrededor de 500
personas intercambian productos y servicios al amparo de un sistema de
créditos: el único gasto que debe pagarse son los $ 50 del carnet
habilitante, que otorga 1000 créditos iniciales para comenzar a trocar.
"El
compromiso es llevar algo que le interese a los demás. Ese es el
espíritu del trueque: que todos salgamos beneficiados", asegura Ramos,
presidente del centro vecinal, quien explica que a causa de la gran
oferta –desde ropa y verduras de huerta hasta trabajos de plomería o
cortes de pelo– se estipula entre todos el valor del producto en
cuestión. "En algún punto, esto del trueque va mas allá del dinero y del
intercambio. Es una actividad colaborativa, que en un momento difícil
nos motiva a trabajar, a seguir produciendo y, sobre todo, a conversar y
charlar entre nosotros. Eso es muy bueno". De las palabras de Ramos se
desprende otra visión sobre el fenómeno, que entiende al trueque no como
un antídoto temporal a la "malaria" sino como una interesante
alternativa económica y social, cuya esencia permite comprender por qué
hay quienes viven este intercambio más como un oasis fuera del mercado
que como un parche para sobrevivir.
Desde su experiencia lo explica
Rubén Ravera, uno de los fundadores de la Red Global del Trueque, nacida
hace 21 años: "El trueque permitió bajar el nivel de ansiedad y de
angustia para que mucha gente pudiese transitar la crisis del 2001. Para
muchos, fue algo intuitivo, y también fue un mecanismo de pacificación,
algo que han dicho analistas de todo el mundo. El afecto, que para
algunos puede ser un concepto pueril, es determinante en algo tan
complejo como el mercado global actual, porque la gente encontró en los
clubes del trueque no sólo una opción económica, sino también
contención, afecto y compañía. En ese sentido, fue fundamentalmente un
sistema operativo de generación de vínculos sociales que permitió
neutralizar la soledad que se acentúa en momentos críticos como el que
se vivió en esa época". Una cuestión de lazos sociales que se estrechan
ante la adversidad, como entonces, como ahora. «
Intercambios sin dinero en las redes
Columna de opinión de Rubén Ravera, cofundador de la Red Global del Trueque
Desde
la Red Global del Trueque venimos realizando nuestra actividad
regularmente desde que fundamos el primer club del trueque en Bernal,
hace 21 años. El trueque se conoció masivamente con la crisis financiera
de 2001 y 2002, cuando la gente encontró en él un refugio y una
herramienta para enfrentar sus problemas, aún sin conocer demasiado de
qué se trataba. Porque el trueque en sí nació con otro objetivo, más
socioconsciente, y nunca se pensó a sí mismo como un salvavidas para
situaciones como las de esa crisis.
Más allá de que en estos días
estén reapareciendo ciertas experiencias de trueque, no veo comparación
posible: la situación actual es totalmente distinta, pero evidentemente,
en el inconsciente colectivo, el trueque funciona como un mecanismo
adecuado.
No es casual que la gente empiece a imaginar un club del
trueque en su barrio como una alternativa que complemente una economía
doméstica a la que no le cierran los números, ya sea por el desempleo,
la inflación o la caída de salarios. De hecho, han aumentado
sensiblemente las llamadas que recibimos preguntando cómo organizar un
club. El interés de la gente por capacitarse se multiplicó por diez en
los últimos cuatro meses: si antes había diez llamados por día, ahora
estamos recibiendo cien. Lo que nosotros ofrecemos, en ese sentido, son
charlas de capacitación en todo el país. En Capital Federal organizamos
una tertulia informativa todos los sábados a las 18, en el barrio de San
Telmo (Humberto Primo 978).
No desearía que nos sople otro huracán
económico, sobre todo porque fue una epopeya lograr que todo funcione.
Sin embargo, no me cabe duda de que si las papas queman, los que
resolverán los problemas no van a ser los "expertos", sino la gente
común. Si alguien encontró algo bueno en un club del trueque en 2002, va
a volver a encontrarlo en 2016.
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Etiquetas: malva marani, tiempo argentino |